La comida no debe ser un premio ni un castigo

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Para que tengamos mejor salud física es necesario que comamos menos y que nuestra comida sea rica en hidratos de carbono, contenga un tercio de grasas y el resto que sea cubierto por proteínas. Y que paralelamente a eso, practiquemos alguna actividad física diaria.

Los errores en la alimentación
La comida no es un premio, no es un castigo, y tampoco debe ser un desahogo a las tensiones de una persona. La comida debe tener su lugar, su hora, y su control. Los grandes responsables por el sobrepeso de un niño son sus padres, aquellos que determinan lo que se consume en la casa. Normalmente, sea por los errores, obsesiones, o por el desconocimiento y ignorancia de sus padres, los niños consumen más cantidad de alimentos de la que necesitan, y su alimentación es muy rica en grasas, azúcares, presentes en grandes cantidades de carne, en alimentos precocinados, y en los dulces y bollos. Son niños que no consumen verduras, legumbres, frutas, ni pescado. A eso también se suma a que muchos niños ignoran y acaben saliendo de casa sin desayunar. En la última investigación acerca del sobrepeso en la infancia, entre otras cosas, se constató de que el 8% de los niños españoles acuden a la escuela sin haber desayunado. El desayuno es una de las comidas más importantes del día, y está directamente implicada en la regulación del peso.

Además de los errores mencionados, muchos padres "pecan" por
- obligar a que el niño coma más de los que puede
- premiar un buen comportamiento con golosinas y otros alimentos calóricos.
- castigar al niño sin comida por si presenta alguna conducta desfavorable.
- festejar cualquier acontecimiento importante de la vida del niño ofreciéndole una "comida basura".
- permitir el consumo diario de chuches, bollos, bebidas gaseosas y azucaradas.
- ofrecer, con frecuencia, platos precocinados por la falta de tiempo.

Aciertos en la alimentación
Cuando los padres dan a los hijos la atención debida y se preocupan por su alimentación, las posibilidades de que sufran sobrepeso son bajas. El control de los adultos es fundamental a la hora de prevenir la obesidad infantil. Para eso es necesario obedecer a algunas pautas alimenticias, considerando que los primeros años de vida de un niño son cruciales en su educación:

- a los bebés no hay que darles el pecho totalmente según la demanda que presente; desde el principio se debe enseñarles a alimentarse bien y a su momento debido.

- cuando el bebé llora no se debe ofrecerle el pecho así, a la primera, sin antes detectar la causa del llanto y intentar calmarle. El dar el pecho, de forma indiscriminada, puede llevar a que el bebé, cuando sea mayor, recurra a la comida cuando sufra algún malestar.

- visitar periódicamente al pediatra, cuando vea necesario o en las revisiones determinadas por el centro de salud. Se ha demostrado que un niño que sigue el control médico tiene menos posibilidades de sufrir obesidad o cualquier otra enfermedad.

- seguir las dietas alimenticias que pasará el pediatra al bebé, mes a mes. Es decir, respetando e introduciendo los alimentos según la edad que tenga el niño. Es un buen medio de prevención.

- hacer con que el bebé, hasta los dos años de edad haya probado de todo un poco.

- cuidar para que los niños no salten las comidas, organizando una rutina de comida y siendo constante.

- preparar las comidas con ingredientes frescos y naturales, siempre que puedas

- considerar la tabla de pesos y medidas que ofrecemos y la que determine el pediatra de tu hijo. Y en el caso de que el bebé o niño no presente un cuadro de medidas dentro de la normalidad, hable con el pediatra acerca de forma de poder mejorar la situación.

- ofrecer una alimentación variada en carnes, harinas, verduras, frutas etc.

- ofrecer muchos líquidos a los niños especialmente en temporadas de mucho calor y después de que practique ejercicios físicos. El agua es una buena fuente y un fluido que no tiene calorías.

Obesidad Infantil

¿Qué es la obesidad?
Se trata de la acumulación excesiva de grasa corporal, especialmente en el tejido adiposo, y que se puede percibir por el aumento del peso corporal cuando alcanza 20% a más del peso ideal según la edad, la talla, y sexo de la persona en cuestión.
Para calcular el peso ideal de un niño entre 2 y 5 años de edad, aunque de forma apenas aproximada, hay que multiplicar la edad en años por dos más ocho. Ejemplo: para saber cuánto debe pesar, en media, un niño de cinco años, multiplica la edad (5) por 2 y suma 8. Es decir, 5x2+8=18kg. Insisto que este método no es exacto. Se trata de apenas una ilustración. Lo cierto es consultar y considerar lo que diga el pediatra del niño.

Niños con sobrepeso
Para muchas familias, el tener un hijo gordito, mofletudo, y lleno de pliegues es todo un logro, una señal de que el niño está bien, fuerte, y lleno de salud. Pero los expertos en nutrición infantil no piensan igual. Y van a más: dicen que estas familias están muy equivocadas. Lo que importa no es que el niño esté gordo o delgado. Lo que interesa es que el niño esté sano. Y es ahí donde queríamos llegar. En la última Jornada Nacional sobre Obesidad y Factores de Riesgo Cardiovascular, realizada en Madrid, España, se diagnosticó la obesidad infantil como una enfermedad emergente. Tanto en Europa como en Estados Unidos, desde los años noventa hasta hoy, la incidencia de la obesidad infantil se ha duplicado. España se ha convertido en el cuarto país de la Unión Europea con mayor número de niños con problemas de sobrepeso, presentando un cuadro de obesidad en un 16,1% entre menores de 6 a 12 años de edad, superado apenas por los datos de Italia, Malta y Grecia. Un hecho alarmante en una sociedad que lleva en su "currículo" una de las mejores dietas alimentares del mundo: la dieta mediterránea, y en el cual hace solo cinco años presentaba apenas un 5% de menores obesos.

Qué y cuánto debe comer un niño
No existe una cantidad exacta de comida a que debe consumir un niño. Cada niño es un mundo distinto, y sus deseos y necesidades son diferentes. En razón de eso, es el niño el que puede decir, con exactitud, cuánto puede comer. Y no se puede obligarle a que coma más. Ni por las buenas ni por las malas. Normalmente, los niños comen más que las niñas, pero en cuestión de apetito no se puede generalizar.

Morir de hambre

viernes, 13 de noviembre de 2009

Las imágenes de niños con la piel pegada al hueso y reventada por la falta de humedad, el cabello ralo y amarillento, y los ojos saltones de mirada perdida que le han dado la vuelta al mundo, procedentes de Guatemala, han dejado estupefacta a la comunidad internacional.

Ya no se trata de los niños africanos que se mueren de hambre tras una dura agonía, muy lejos de Occidente. El propio presidente de ese país, Álvaro Colom, dio la voz de alerta al resto del orbe a principios de setiembre, cuando solicitó declarar “estado de calamidad” en ese país a raíz de la hambruna provocada por la peor sequía de los últimos 30 años.


La situación más grave se da en el llamado “corredor seco” de las colinas de Guatemala, junto al Pacífico: Jalapa, San Pedro Pinula y San Luis Jilotepeque se encuentran entre los lugares donde la pobreza ha llegado a un grado tan extremo que casi se ha vuelto surrealista, como lo describen varios periodistas locales y extranjeros.

Los casos más dramáticos (o al menos los más visibles para la prensa) son los de los infantes, cuyas muertes ocasionadas por la falta de alimento ya rondan la treintena en lo que va del año. De acuerdo con datos gubernamentales, la crisis alimentaria ha sumido a 54.000 familias en la pobreza extrema y ya produjo la muerte de al menos 460 personas, según un corte realizado a principios de setiembre.

Sin embargo, las autoridades reconocen que la cantidad podría ser superior porque no existen datos fiables para determinar los fallecimientos causados por la desnutrición.

Justamente, la Unicef alertó este jueves sobre los miles de casos de desnutrición crónica que hay en Guatemala, una dolencia que afecta casi al 50% de los menores de cinco años, al celebrarse el Día del Niño en ese país centroamericano.

De hecho, al definir la situación como “estado de calamidad” el presidente Colom definió la situación como una tragedia de dimensión “histórica“ por la extensión de la población afectada.

Según el mandatario, además de los efectos de la sequía y la crisis económica, una larga historia de desigualdad ha hecho que los altos y vergonzosos índices de pobreza, extrema pobreza y desnutrición se instalen en Guatemala desde hace mucho tiempo.

“La insuficiencia alimentaria y nutricional, la desnutrición en sus distintas manifestaciones, son un problema histórico y estructural del país. Por ello, hago un vehemente llamado al conjunto de sectores de la vida nacional para que todos contribuyamos a enfrentar este grave problema y sus distintas manifestaciones”, dijo el presidente ante los medios de comunicación.

A pesar de estar lejos de la situación económica de Haití (el país más pobre de América Latina), Guatemala duplica los casos de desnutrición que tiene el país caribeño, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

De los 13,3 millones de guatemaltecos, más de la mitad vive en condiciones de pobreza y su principal sustento es la agricultura, afectada cada año por las sequías o las inundaciones que provocan la pérdida de cosechas de maíz y frijol, su principal sustento.

El representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Niñez (Unicef), Adriano González-Regueral, advirtió esta semana, en una entrevista con la agencia AFP, sobre la desnutrición aguda que golpea al 2% de los niños menores de cinco años, pero aseguró que ese porcentaje puede ser mayor en algunas zonas geográficas.

“Se trata de una situación alarmante, pero lo es más aún el nivel de desnutrición crónica, el más alto de América Latina, que sufre casi el 50% de los niños menores de 5 años, y que puede llegar hasta el 90% en zonas de mayoría indígena”, señaló el funcionario.

Explicó que la desnutrición crónica es menos visible que la aguda, pero muy grave porque disminuye en 20% las capacidades cognitivas del niño y debe tratarse antes de los dos años o sus consecuencias se arrastran de por vida.

“Esto conduce a la deserción escolar por falta de recursos, lo que también afecta al desarrollo del país en términos de mano de obra calificada”, subrayó.

Malnutrición extrema

Quienes luchan por salvar a los niños, conviven con una realidad que desafía adjetivos, como bien dice la cadena BBC al dar cuenta de las declaraciones de Lida Escobar, monitora de campo del Programa Mundial de Alimentos en Guatemala.

“Encontramos niños que se hinchan por la retención de líquidos, con decoloración del cabello (...) y niños con otra forma de desnutrición severa, con la piel pegada al hueso”, narró Escobar a esa cadena.

“En Jalapa me quedé impresionada de todo lo que observé: un gran número de niños con problemas severos de desnutrición. Encontramos niños con Marasmo y Kwashiorkor, todos ellos localizados en el hospital de Jalapa”.

Según explicó la experta, Kwashiorkor es un tipo de desnutrición aguda severa en la cual el menor se hincha por la retención de líquidos debido a la deficiencia de proteínas. Hay cambios en la decoloración del cabello y le aparecen lesiones en la piel.

Marasmo, es otra forma de desnutrición aguda severa, derivada de la deficiencia de calorías y proteínas, por lo que a los niños se les ve la piel pegada al hueso. Se ven completamente delgados, también presentan poco cabello y cabello frágil y son muy irritables y apáticos (llorones).

“En Jalapa, los niños tienen problemas de desnutrición, pero además otros males como bronconeumonía y afecciones gastrointestinales y diarreas, entre otros. Esto conduce a un ciclo vicioso de desnutrición y enfermedad. Los niños enfermos pierden el apetito, no absorben bien lo que comen y se desnutren. Por otro lado, los niños desnutridos tienen sus defensas reducidas y se enferman fácilmente, con lo cual se repite el ciclo”, explicó la funcionaria.

En algunos casos la ayuda existe; pero el problema es la falta de educación de la gente.

La agencia EFE dedicó un amplio reportaje a esta grave carencia, que agrava aún más los cuadros de enfermedad. Explicaban que la resistencia de muchas madres a llevar a los menores a los centros de salud complica los casos de desnutrición.

“Las mujeres tienen miedo de llevar a sus hijos. Creen que se los van a robar o les harán algo. Muchas veces, por ignorancia, prefieren ver sufrir a sus hijos antes de llevarlos al centro de salud” , explica el médico Juan Carlos Morales, director del Centro Permanente de Salud de San Agustín Acasaguastlán.

Este árido municipio del departamento de El Progreso, ubicado a menos de 100 kilómetros de la capital, en el que habitan unas 38.500 personas, es uno de los más pobres y abandonados de Guatemala.

La mayoría de sus habitantes, campesinos pobres que apenas si logran cultivar granos básicos para su subsistencia, forma parte de las 54.000 familias que perdieron sus cosechas debido a la prolongada sequía.

Según Morales, en julio pasado, dos hermanas, de ocho y cinco años de edad, fallecieron por desnutrición severa debido a la falta de alimento, pero también por la negligencia de sus padres al no llevarlas a un hospital.

“Luego de que murió la niña mayor, tuvimos que denunciar el caso ante las autoridades, porque detectamos que la pequeña estaba en un ‘cuadro rojo’ de desnutrición. Solo así fue posible llevar a la otra niña al Centro de Recuperación Nutricional de Zacapa”, explica Morales.

No obstante, los esfuerzos de los médicos fueron en vano, ya que la menor falleció dos días después debido a que el grado de desnutrición era sumamente avanzado.

Según las estadísticas que empíricamente han logrado recabar en el Centro Permanente de Salud, en esta población, donde la dieta diaria de sus habitantes es tortilla de maíz, frijoles y café, el 25 por ciento de los niños padece desnutrición crónica, y el 1,8 por ciento, severa.

Ana Mariana, una pequeña de dos años cuyo escaso cabello desteñido, ojos saltones y barriga inflada, evidencian sus carencias nutricionales, también forma parte del “ cuadro rojo” de desnutrición, pero su madre, Ercidaria Flores, se niega a internarla en el Centro de Recuperación Nutricional.

“Es que llora mucho si no me mira (...) Es que no puedo dejar solos a mis otros hijos (...) Es que yo creo que ya se está por recuperar”. Excusas como esas son las que esgrime Ercidaria para argumentar su negativa a que la pequeña Ana Mariana reciba asistencia médica.

Esta mujer de 41 años, madre de 13 hijos a los que alimenta “con tortillas y café”, deja perder su mirada en el horizonte cuando se le pregunta si prefiere ver morir a su hija de hambre en sus brazos, a separarse de ella unos días mientras se recupera en un centro asistencial.

“Hay arraigadas costumbres y creencias culturales con las que no podemos batallar”, lamenta Morales, quien todas las semanas, con dos asistentes, visita las comunidades de San Agustín Acasaguastlán para atender a quienes necesitan ayuda.

Ante la impotencia, él ha organizado un grupo que se dedica a “apadrinar” a los niños de la población que padecen desnutrición severa.

“Hemos tenido respuesta positiva de varias personas, que aportan alimentos básicos para estos niños. El problema es que cada bolsa de alimentos que le entregamos a la madre tiene lo justo para alimentar solo al niño afectado” , explica Morales.

Sin embargo, agrega, “ las madres tienen que repartir la comida entre todos sus hijos, y eso impide la mejoría de los más enfermos”.

La trabajadora social Escobar se ha encontrado con cuadros calcados al anterior.

“En cierta oportunidad, por ejemplo, vi a una niña que ya estaba fría, preparándose para morir, y hablamos con la mamá y le preguntamos por qué no la había llevado al centro. Contó que primero la llevaron al brujo de la comunidad, y solo cuando el brujo no pudo ayudarla, acudieron al centro de salud”.

Y agrega: “Da mucha tristeza ver a esos niños con su mirada fija, ¿hacia dónde? ¿cuál es su futuro? ¿qué pensarán...?”

Saber alimentar

martes, 3 de noviembre de 2009

os padres, además de la elección del colegio, la compra de útiles y del uniforme, deben preocuparse por la alimentación de los pequeños, porque van a gastar más energía y por tanto, necesitarán mayor requerimiento de calorías, que se obtienen a través de los alimentos.

Un niño bien alimentado tendrá un buen desarrollo físico y mental, ademas de tener un mejor rendimiento y concentración durante las clases.

Los primeros años de vida en la nutrición son muy importantes. Si hay una desnutrición en esa época, se puede afectar la capacidad intelectual, se aumenta la deserción escolar, no pueden trabajar bien, y quedan secuelas que se manifiestan en la edad adulta.

Los niños en edad escolar están a menudo más dispuestos a comer una variedad más amplia de alimentos que sus hermanos menores.

Muchos problemas de aprendizaje o aparentes dificultades propias de los síndromes de falta de atención pueden provenir, en realidad, de dietas inadecuadas. A la vez, muchos de los desórdenes alimentarios como la bulimia y la anorexia tienen su origen en esta etapa de la vida.

Muchos niños presentan estas anormalidades en la alimentación, incluso desde los cuatro años de edad. Por eso, el papel de la familia es esencial en la formación de estos hábitos.

Las grasas y azúcares proveen energía, pero deben ser consumidos en menor cantidad. Actualmente, los pequeños se dejan tentar por los colores y los sabores dulces de gaseosas, productos procesados como paquetes. Los expertos recomiendan medir las porciones que los niños consuman de estos alimentos, pues pueden generar obesidad y a su vez, problemas asociados como diabetes.

Nutricionalmente no aportan nada y se recomienda limitar el consumo de aderezos, aceites, cremas, mantequilla, margarina, azúcares, gaseosas, dulces y postres.

Para generar costumbres alimentarias adecuadas se recomienda no utilizar estas comidas como premio; por ejemplo, no ofrecer una gaseosa como compensación a que el niño haya arreglado su habitación. Pero de la misma forma, jamás los prohíba, porque los pequeños van a querer saber cuál es el origen de esa persecución.

Anemia nutricional y rendimiento escolar

miércoles, 21 de octubre de 2009

La anemia trae consecuencias: alteraciones emocionales, baja atención, mayor irritabilidad. ¿Hasta que punto afecta el rendimiento escolar?

La carencia de hierro es hoy un problema nutricional en todo el mundo: la sufren por lo menos la mitad de niños, adolescentes y mujeres en edad fértil, en los cinco continentes. Es lo que se ha llamado el hambre oculta: en la medida en que sube el nivel de vida y se reduce la desnutrición calórica proteica, se hacen manifiestas deficiencias de micronutrientes (minerales, vitaminas). En nuestro país el problema afecta principalmente a lactantes y embarazadas y las cifras son preocupantes: un 28.1 y 20%, respectivamente, sufre anemia.

Carrito transportador de oxígeno

Nuestro organismo contiene 3 a 5 gramos de hierro y están prácticamente dedicados a la importante tarea de transportar oxigeno, formando parte de dos proteínas: la hemoglobina en los glóbulos rojos de la sangre y la mioglobina en el músculo, que es un gran consumidor de oxigeno. Es fácil entonces inferir qué sucede cuando hay carencias de hierro. Los tejidos no reciben suficiente oxígeno -les falta el carrito transportador- y entonces hay fatiga, apatía y palidez, cuadro muy conocido como anemia ferropénica. El niño nace con su reserva de hierro, con una cantidad que le dura, si es de término, cuatro a seis meses y si es prematuro, dos meses. El hierro absorbido debe cubrir las pérdidas, las necesidades de crecimiento y mantener las reservas. Por su elevada velocidad de crecimiento y bajo aporte de hierro en la dieta habitual, los niños están entre los grupos más expuestos a experimentar carencias de este nutriente.La leche materna protege al lactante por seis meses; después sólo lo logra en forma parcial y es necesario suministrarle hierro. En USA lactantes y niños consumen leches y cereales fortificados con hierro.

Alteraciones de la conductaTomás Walter, pediatra y hematólogo del INTA, observó que los niños con anemia por falta de hierro durante el primer año de vida, mostraban disminución del desarrollo psicomotor, alteración que no se corrige con darles hierro. A estos niños se les volvió a controlar, a edades preescolar y escolar, y persistían algunas de las alteraciones del desarrollo que presentaron cuando eran lactantes. Por ejemplo, 5 puntos menos de CI."Pero el gran problema es que los niños con carencia de hierro provienen de sectores socioeconómicos bajos y una serie de factores -pobreza, bajo nivel educacional de la madre, etc.- nos dificulta aclarar si tienen relación o sólo se trata de carencia de hierro. Desde antiguo los pediatras han caracterizado al niño carente en hierro como irritable y desinteresado con el medio. Estos síntomas desaparecen a los pocos días de administrarle hierro.Hace más de una década, la Dra. Web y sus colaboradores describieron en adolescentes anémicos de USA, presumiblemente deficientes en hierro, un menor rendimiento escolar y alteraciones conductuales en la sala de clases, tales como irritabilidad, inquietud y conducta desordenada. Más recientemente la Dra. Palti, en Israel, demostró una correlación directa entre el coeficiente intelectual a los cuatro años con la concentración de hemoglobina determinada a los nueve meses de edad. Pollitt, psicólogo peruano, en estudios realizados en USA y Guatemala, describió en niños de seis años deficientes en hierro un mayor número de errores en un test de memoria simple y en otros tests un mayor número de ensayos para obtener un criterio de aprendizaje. Un trabajo realizado por la Dra. norteamericana Lozoff en Guatemala muestra resultados muy similares.En algunos de los trabajos realizados en lactantes deficientes en hierro se han descrito anomalías conductuales tales como disminución de la capacidad de atención, cooperatividad y coordinación, mayor irritabilidad y mayor frecuencia de alteraciones emocionales. En general, estas alteraciones mejoran con la terapia de hierro.A muchas de las investigaciones realizadas se las ha criticado por no poder excluir que las anormalidades encontradas se deban a condiciones familiares o socioeconómicas o por no descartar que ellas obedezcan a malnutrición calórica proteica u otras deficiencias. Pese a ello es evidente que en la carencia de hierro existe un compromiso de funciones cognitivas y no cognitivas, con la posibilidad de que alteraciones no cognitivas (disminución de la atención, irritabilidad, inseguridad, etc.) pudieran al menos explicar parcialmente las anomalías en el coeficiente de desarrollo mental o en el coeficiente intelectual. La evidencia actual de que estas alteraciones del intelecto se corrigen parcialmente con terapia de hierro enfatiza la importancia de la prevención de esta carencia, empleando alimentos fortificados con hierro o suplementos medicinales a los grupos más expuestos.

Lo que deben saber los hombres

lunes, 19 de octubre de 2009

No tengo por qué estar aquí. Ese fue el primer pensamiento de Brian Bishop cuando despertó en la unidad coronaria de un hospital cerca de su casa en Pelham, Nueva Hampshire. Sí, tenía sobrepeso—mucho sobrepeso—, pero era un hombre de 28 años que nunca había estado enfermo. Aun así ahí estaba, rodeado de pacientes cuatro décadas mayores que él.
La noche anterior, Bishop se había sentido dolorido y mareado. Primero pensó que tenía gripe, pero cuando comenzó a temblar sin control llamó al 911. Cuando el médico de guardia le dijo que estaba sufriendo un infarto, Bishop pensó que era mentira. “Lo agarré por las solapas y le dije que no le creía. ¡Era demasiado joven!”. El jefe de cardiología fue categórico. “Me dijo: ‘Depende de usted si quiere vivir o morir’”, recuerda Bishop. “No tuve más remedio que prestarle atención”. En la sala de operaciones, los cirujanos le insertaron un pequeño tubo metálico llamado stent para abrir su arteria bloqueada. Eso le salvó la vida, pero lo que vivió es la pesadilla de cualquiera: un paciente sin antecedentes familiares demales cardíacos cuyo primer síntoma es un infarto masivo. Según la Asociación Americana del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés), por lo menos la mitad de las personas que mueren repentinamente cada año por males coronarios ignoraba su problema. Lo anterior ha dado pie a la errónea y generalizada idea de que la mitad de los infartos llega de improviso. No es cierto, dice la cardióloga JenniferMieres, vocera de la AHA. Un estudio de 2004 con más de 29.000 personas reveló que por lo menos el 90 por ciento de los primeros infartos puede ser atribuido a problemas como colesterol alto o diabetes.
“Si investigamos un poco —dice la doctora Mieres, directora de cardiología nuclear de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York—, casi siempre detectamos un factor de riesgo no descubierto, pasado por alto o mal atendido”. Ese fue el caso de Bishop. Aunque había practicado deportes en la universidad, subió 35 kilos por comer a las apuradas, por no hacer ejercicio y por trabajar sin descanso durante el auge inmobiliario en Boston a principios de esta década. Cuando se hizo una prueba de colesterol después de su infarto, sus números superaban todos los límites; su LDL (colesterol malo) era demás de 200mg/dl (el indicador de riesgo comienza en 190), y el HDL, que limpia las arterias, era de 18 mg/dl (lo ideal para los hombres es 40 o más). Bishop ignoraba el riesgo que corría porque no había ido al médico en años. Los hombres evitan las consultas médicas mucho más que las mujeres, dice el cardiólogo J. James Rohack, presidente electo de la Asociación Médica de Estados Unidos (AMA, por sus siglas en inglés), así que ni siquiera conocen sus niveles de colesterol. “Es habitual”, dice el cardiólogo StephenNicholls, de la Clínica Cleveland, en Ohio.
“Los hombres desconocen sus factores de riesgo y sufren ataques cardíacos prematuros”. Bishop era joven para sufrir un infarto; aunque los hombres suelen desarrollar males cardíacos 10 o 15 años antes que las mujeres, no entran en la zona roja de riesgo hasta los 45. Aun así, era el arquetipo de las víctimas de calamidades cardiovasculares. Para empezar, su vientre era muy grande. Los hombres suelen acumular grasa en el centro del cuerpo, lo que es mucho más peligroso que la forma de pera común entre lasmujeres. “Las células de grasa en el vientre son más dañinas, pues liberan ácidos grasos y otras sustancias que viajan directamente al hígado”, dice el doctor Rohack. Según un estudio con más de 350.000 personas, un hombre con una cintura de más de 100 centímetros tiene el doble de probabilidades de morir prematuramente que otro cuya cintura mida menos de 85. (Para las mujeres, más de 90 centímetros es una bandera roja.) Bishop además roncaba. Esta característica, mucho más común en los hombres, no es sólo una causa de insomnio para sus esposas; a menudo es una señal de un peligroso trastorno llamado apnea del sueño. Los afectados (dos tercios de ellos hombres) dejan de respirar por entre 10 y 30 segundos o incluso por más tiempo, hasta 400 veces por noche. La falta de oxígeno mata neuronas en regiones que regulan la presión arterial, dice el doctor Ronald M. Harper, neurólogo y especialista en apnea del sueño de la Facultad de Medicina David Geffen, de la Universidad de California, en Los Ángeles.
Eso puede generar hipertensión o grandes variaciones en la presión arterial, lo que endurece los vasos sanguíneos. Pero aunque los hombres tengan más probabilidades de padecer males cardíacos—por lo menos hasta los 65 años, cuando las mujeres los alcanzan—, cuentan con una ventaja para resolver el problema. Los cambios de estilo de vida (adoptar una dieta saludable, hacer ejercicio frecuente, evitar el tabaco, bajar de peso) son la primera línea de defensa, aun si también se requieren fármacos, y una vez que los hombres lo deciden se deshacen más fácilmente que las mujeres de los kilos demás, pues su metabolismo es más rápido, aseguran los expertos. “Tiré todo lo que había en mi cocina (galletitas, comida chatarra) y comencé a leer etiquetas”, dice Bishop. Junto con su esposa y su perro, comenzó a caminar 15 cuadras cada noche; después agregó una hora en una bicicleta fija, y más tarde dos. En poco más de un año bajó 50 kilos y redujo su cintura de 125 centímetros a menos de 80. Ahora, a cuatro años de su infarto, compite en triatlones. Sólo toma una dosis baja de un fármaco con estatinas, y su colesterol malo ha bajado y el bueno se incrementó. Su actitud es otra.
“Después del infarto, pensé que todo había terminado. Tenía miedo de caminar una cuadra y provocarme otro ataque”, dice. “Saber qué hacer me cambió la vida. No es una ciencia; sólo se necesita motivación”.

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